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Foto del escritorCapicúa MovLab

Las calles al ritmo del "running"

Actualizado: 31 ene 2019


La contradicción me ha cautivado siempre, pero más aún la creatividad que nace de las tensiones propias de la vida cotidiana. Hablando del ‘running’ como un fenómeno tan popularizado y polémico en los últimos tiempos, me interesa saber si más allá de adoptar una postura a favor o en contra de su práctica, podemos complejizar su ejercicio y descubrir fragmentos, emisiones, flujos o significados que nos hagan pensar el correr como una plataforma de posibilidades relacionales, por ejemplo con el espacio urbano, con la tecnología, con emergencias colectivas/comunitarias y con nuestro propio cuerpo.

Correr es muy fácil y lo hemos hecho como especie desde hace miles de años. Cada quien lo hace como puede y como quiere de acuerdo a sus propias posibilidades, a sus ambiciones, a sus privilegios, a sus influencias conscientes o inconscientes. Lo cierto es que correr se ha convertido en un fenómeno cultural y por ende en un campo fértil para el análisis social.


Recientemente Luis de la Cruz publicó a través de la editorial Piedra Papel Libros, un libro interesante y controversial con el sugestivo título: ‘Contra el running. Corriendo hasta morir en la ciudad postindustrial’, que seguramente ya varios de ustedes han leído. Entre otras cosas, su ensayo menciona al menos dos modos en que podemos entender el running: como una práctica individual con significados personales y como un discurso heredero de los intereses de la clase dominante y de la lógica del capitalismo contemporáneo que promueve el individualismo, la competitividad, la productividad personal y la antipatía por el trabajo en equipo. Dice también no estar en contra de quienes salen a correr pero advierte la falta de consciencia sobre el tipo de ideología individualista que se está promoviendo cuando se sale a la calle a ‘echar kilómetros’.

Desde mi punto de vista, su aportación contribuye a la construcción de una visión crítica necesaria y muy valiosa para la reflexión acerca de las dinámicas estructurales en las que vivimos contemporáneamente, sin embargo, echo en falta las propuestas y la creatividad para afrontar las tensiones y contradicciones que él mismo expone. Mi interés en el análisis del ‘running’ como fenómeno cultural urbano está puesto en localizar acciones micropolíticas que en la vida cotidiana las personas construyen en medio de contextos complejos, contradictorios y dominantes para convertirse en seres más agentes. De este modo, al reconocer y ejercer dicha agencia micropolítica obtenemos un interesante espacio de maniobra que nos permite librarnos de ser fagocitados precisamente por ese capitalismo voraz con el que convivimos diariamente. El punto clave, o al menos uno de ellos, lo encuentro en las iniciativas colectivas y las movilizaciones comunitarias que surgen de la práctica de este deporte que toma por escenario el espacio urbano.


En Barcelona se llevan a cabo un poco más de 50 carreras populares al año, que sin duda nos servirían para narrar una versión de la ciudad a través de todo lo que ocurre en cada una de estas, ya sea a nivel organizativo, temático, emblemático o a nivel de intereses y reivindicaciones políticas, sociales, económicas que se movilizan y que van construyendo no sólo el fenómeno del 'running' sino la ciudad en sí misma. Al mismo tiempo, si miramos el grado de significación que las carreras tienen para los participantes podemos contar las historias de un espacio urbano lleno de manifestaciones no sólo con impacto individual en miles de corredores sino profundamente motivado por experiencias colectivas que pueden comenzar por la participación en un club de entrenamiento y convertirse paulatinamente en modos de vida sobre la base de la generación de redes sociales sólidas que promueven valores como el cuidado entre sus miembros que difícilmente la ideología capitalista incentiva. Entonces, ¿qué pone en cuestión el 'running' en la ciudad contemporánea?


Las ciudades están configuradas a través de prácticas simultáneas que conviven en oposición, sobreposición, flujos, movimiento, tensión, diferencias y devenires cotidianos. Nuestros cuerpos participan y crean dicho movimiento con mayor o menor implicación sensorial, a través de experiencias físicas, subjetivas, encarnadas y que se reformulan mutuamente con los espacios urbanos para generar momentos de continuidad e interacción con otras materialidades no humanas. Por ejemplo la tecnología, que genera un impacto profundo en el modo en que estamos generando sentidos de comunidad actualmente.


La experiencia digital en el mundo del 'running' (según los testimonios directos de corredores en Barcelona) como el self-tracking o el uso de apps para correr, es uno de los escenarios que potencian la reflexión sobre nuevas maneras de entender la socialización, la creación de sentidos de pertenencia a una comunidad y la conceptualización de nuestros propios cuerpos en relación con las geografías en las que nos movemos en el espacio urbano. Mucho cabe por decir en este sentido, comenzando por reconocer que el acceso a la tecnología también es un privilegio al que no todos tienen acceso. Ya tendré tiempo de profundizar en este argumento en los próximos artículos.

Mientras tanto, lo que sale a la luz en torno al 'running' actualmente, creo que nada tiene que ver con posiciones definitivas sino con una invitación a abrazar la contradicción y vivir el proceso, no de concluir y tomar posturas radicales, a favor o en contra de esta práctica, sino de abrir espacio a más formas de pensar el 'running' como fenómeno y dar cabida a flujos que vehiculicen la reflexión en torno a nuestras posibilidades relacionales, partiendo de nuestras experiencias corporales, urbanas y tecnológicas en un mundo permeado de contradicciones.


Elisa Herrera Altamirano

Barcelona, Catalunya. 2 de Noviembre, 2016



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